martes, 15 de mayo de 2012

Colegio Rosa Bell siempra por el futuro

Sobre estas líneas, los estudiantes Valeria Marrero, de décimo grado; Nelson Robles, de cuarto grado; y Jason González, de noveno grado, pertenecen al Club del Huerto Ecológico Escolar del Colegio Rosa-Bell.                                                     (Fotos / El Nuevo Día / Ángel M. Rivera) 

Su huerto, que nace de la preocupación por la seguridad alimentaria, fue premiado por Ediciones Santillana   ¿Sabías que un 85% de los alimentos que se consumen en Puerto Rico son importados? Son tan pocos los comestibles que se producen en la Isla que, si ocurriese una catástrofe que impidiese la llegada de embarcaciones a la región, muchos nos quedaríamos sin nada para comer. “Este dato impacta mucho a mis estudiantes”, contó Walter Feshold, maestro de historia del Colegio Rosa-Bell, en Guaynabo. Por eso, para llevar más allá su lección sobre seguridad alimentaria, decidió plantar un huerto. Feshold, junto a los alumnos miembros del nuevo Club del Huerto Ecológico Escolar, convirtieron una parte del patio que no se estaba usando en un lugar donde crece ají dulce, tomate, pimiento, calabaza, brécol, lechuga, sandía y otros frutos de la tierra. No ha sido fácil, pues el educador contó que el terreno no es el mejor para los cultivos, por lo que han tenido que nutrirlo con composta preparada por ellos mismo. Utilizan las hojas que caen de los árboles del patio y las cáscaras de frutas y verduras del comedor. El proyecto, al que llamaron Huerto Ecológico Escolar, obtuvo el primer lugar del concurso de proyectos ambientales “Escuela verde, te quiero verde”, de Ediciones Santillana. El Colegio Rosa-Bell recibió un premio de $1,500, que utilizará para ampliar el proyecto. Unas 34 escuelas públicas y privadas participaron del concurso, informó Yamilete Soto, quien está a cargo de los proyectos especiales de Santillana. Al Huerto Ecológico Escolar se integró todo el Colegio Rosa-Bell. “Coordinamos con los maestros y les llevamos los materiales al salón para que realicen los semilleros como parte de la clase”, explicó Feshold. “Eso lo llevamos al área de los germinados, donde los miembros del club les dan mantenimiento. Luego, vienen los estudiantes al huerto, trasplantan los germinados a los bancos preparados por el club y esperan por la cosecha”. Los cerca de 25 alumnos de nivel elemental, intermedio y superior que pertenecen al club trabajan en el huerto fuera de horario escolar y los fines de semana. También ayudaron al grupo de pre-pre a plantar girasoles en una jardinera cercana a su salón para que los pequeños aprendieran el proceso de crecimiento de las plantas. “A mí me gusta ver el proceso desde que es solo una semilla hasta que crece y la podemos comer”, contó Valeria Marrero Díaz, alumna de décimo grado que pertenece al club. “Quiero ser arquitecta paisajista y puedo integrar lo que estoy aprendiendo aquí”. Jason González Adams, de noveno grado, dijo que “trabajar en el huerto me recuerda cuando de chiquito ayudaba a mis abuelos paternos a sembrar su finca en Mayagüez”. Agregó que “allá usábamos pesticidas, pero aquí en Rosa-Bell aprendí a usar productos orgánicos para ayudar al planeta”. El estudiante de cuarto grado Nelson Robles Ignacio explicó que “nosotros ayudamos a nuestros compañeros a echar la tierra. Sembramos con ellos y es bueno porque aprenden a hacerlo ellos mismos”. Esta es parte de una de las metas del maestro Feshold. “La labor en el club les da a los alumnos un conocimiento práctico que pueden aplicar en casa y enseñarles a sus padres”, dijo el educador, cuyos planes futuros son ampliar el huerto y fundar una tienda en donde los estudiantes vendan los frutos de su esfuerzo. Mientras tanto, el club divulga lo aprendido y lo logrado en el blog buscaloenelpatio.blogspot.com.
 Por Rut N. Tellado Domenech / rtellado@elnuevodia.com